Tranqui

emidesinglau
3 min readApr 26, 2020

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La semana pasada hablé en terapia de Carrère. “Tranqui” dijo mi psicóloga cuando le conté brevemente la historia de “El adversario”. El relato está basado en un hecho real ocurrido en Francia en 1993. Un hombre durante dieciocho años engaña a su familia y seres queridos fingiendo ser una persona que no es, un médico con cierto prestigio que trabaja en la Organización Mundial de la salud, sin demasiados problemas, un hombre respetado, afectuoso y generoso con su entorno. Cuando el engaño se vuelve insostenible decide matar a su esposa, sus hijos y sus padres. “A punto de ser descubierto, prefirió suprimir a aquellos cuya mirada no hubiera podido soportar” advierte Carrère. Con esas primeras líneas logró atraparme. No pude soltar ni un minuto aquel libro. Hace pocos días decido continuar con “Una novela rusa”. Al leerlo me entero que es el libro que le siguió a “El adversario” y que antes de embarcarse en él, el autor buscaba ir hacia el mundo exterior, no quería saber nada con el horror a la que lo había llevado adentrarse en la vida del asesino Jean Claude Romand. Comprensible, pienso. Sin embargo, el libro comienza con la historia de un húngaro capturado al final de la Segunda Guerra Mundial que pasa más de medio siglo encerrado en un hospital psiquiátrico en un recóndito pueblo de Rusia: Kotelnich. El historial médico de un tipo que habla un dialecto interior porque nadie comprende el húngaro y él no sabe hablar ruso no es el mejor plan para la cuarentena pero a medida que avanzo me doy cuenta de que el libro no quiere contar solamente eso. Se nota que el autor quiere salir de ese lugar pero no puede. En ese ir y venir como un péndulo, aparece la relación vehemencial de Carrère con Sophie, la rubia de cuello largo y porte magnífico, “radiante pero plebeya” que deja al descubierto a un escritor egocéntrico y retorcido. También tiene lugar la historia de su abuelo paterno, un georgiano que emigró a Francia en 1920 y desapareció en 1944, probablemente ejecutado por colaborar con los alemanes, un secreto que tortura a la familia de Carreré y a Carrere mismo, pero sobre todo a su madre, Hélene Carrère d`Encausse, secretaria perpetua de la Academia de Letras de Francia. No nos olvidemos de olvidemos de Kotelnich. El autor describe minuciosamente a la ciudad rusa. La ciudad donde el mundo parece detenido sin embargo Carrère se empecina que es lugar donde debe combatir con el fantasma que lo oprime hace años. Kotelnich es el lugar donde el autor se reencuentra con la lengua materna, allí se obsesiona con volver a hablar ruso y así entabla vínculos con personas que Carreré ve como personajes. Personajes que lo envuelven otra vez en hechos atroces. Kotelnich es el lugar donde el autor busca liberarse y sepultar a su abuelo. Algo que aparenta ser simple se vuelve complejo porque ocurren hechos que dan cuenta de que la realidad no se puede dirigir como en una ficción. A todo esto, cuento a mi psicóloga que hace días que no duermo bien, que todo macha en orden, que no puedo atribuir aquello a algo puntual. O sí, el encierro, bla bla. En fin, le digo, estoy asombrada por la forma en que un tipo novela monstruosidades y las vuelve fascinantes. Sí, tranqui.

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